En estos días meditaba acerca de la brevedad y la fragilidad de la vida y recordé este Salmo escrito por David.
Salmos 39:4-7 NTV: «Señor, recuérdame lo breve que será mi tiempo sobre la tierra. Recuérdame que mis días están contados, ¡y cuán fugaz es mi vida!
La vida que me has dado no es más larga que el ancho de mi mano. Toda mi vida es apenas un instante para ti; cuando mucho, cada uno de nosotros es apenas un suspiro».
Somos tan solo sombras que se mueven y todo nuestro ajetreo diario termina en la nada. Amontonamos riquezas sin saber quién las gastará. Entonces, Señor, ¿dónde pongo mi esperanza? Mi única esperanza está en ti.”
Todos quisiéramos vivir una larga vida pero no tenemos la certeza de cuánto tiempo viviremos. Pero mientras tengas vida, debes procurar dejar huellas, dejar un legado en la vida de los que te rodean.
Cada día es un regalo de Dios y debes aprovecharlo al máximo. Hay que vivir con pasión, amar al máximo, pero sobre todas las cosas, que Dios sea el centro de nuestra vida.
Hay una sola manera de vivir al máximo y es de la mano de Dios.